jueves, 23 de marzo de 2017

El sexo solo es sucio si se hace bien

Subimos a mi habitación y empezaste a comerme los labios como si se fuera a acabar el mundo en cualquier instante. Aprovechando cada beso para recordarme que esta vez no era un sueño, estabas a mi lado. Mientras yo trataba de seguirte el ritmo, explorando tu cuello en busca de razones que me hicieran desear que aquello no acabase nunca. Entonces te quitaba la camisa desabrochando poco a poco los botones como quien tiene todo el tiempo del mundo, mientras con el tacto de un dedo descubría los secretos que ocultabas al resto de los mortales. Después tú hacías tu parte e intentabas quitarme la camiseta con la boca desafiando los principios que la física había establecido. Y cuando al fin lo conseguías me lamías entero marcando el nuevo territorio que habías conquistado. Después nos caíamos encima de la cama el uno sobre el otro y tu sujetador acababa con mis pantalones tirado en el suelo. Sentíamos que los minutos se convertían en segundos. La luz empezaba a alejarse de la ventana pero aun así nuestros cuerpos semidesnudos iluminaban más que nunca la habitación. Yo te quitaba los pantalones poseído por los celos puesto que ellos eran capaces de dibujar tu culo como yo siempre había soñado. Y ya a punto de fundirnos en uno solo me mirabas a los ojos y me gritabas bajito al oído algo ininteligible muy parecido al deseo. Y yo obediente como siempre te quitaba el miedo a las alturas mientras mis dientes se peleaban con la goma de tus bragas. Mi plan había salido bien y tú me arrancabas esos calzoncillos tan feos que me había puesto solo para que me los quitaras. Entonces mis dedos desaparecían entre tus piernas y tu mano, fugitiva, se hacía la loca entre las mías. Cuando por fin estábamos listos yo me ponía encima tuyo y empezábamos despacio como si fuera nuestra primera vez. De pronto te mordía el labio y tú sabías que no había sido sin querer y empezabas a respirar más fuerte y a arañarme suavemente la espalda. Cada segundo pensabas ojalá que éste no sea el último. Y tomabas la iniciativa poniéndote encima y sujetándome los brazos contra la cama como tratando de evitar que escapase de aquel oasis que habías formado. Como tratando de decirme que no te encadenaba nadie ni siquiera tus gemidos. Pero como decía Woody Allen el sexo solo es sucio si se hace bien y nosotros sabíamos que aquellas sábanas tenían que acabar en la lavadora. Y después de jugar con todos los rincones de la habitación volvíamos a caer rendidos en la cama y me susurrabas al oído la frase más bonita del mundo: escucharte respirar cansada sobre mi hombro.

miércoles, 22 de marzo de 2017

Septiembre


Primer intento de poema recitado (disculpar si el audio no es el mejor posible, era la primera vez que grababa). Si os gusta suscribiros a mi canal de YouTube, intentaré subir uno a la semana.


Letra:

Entonces, ¿qué había pasado?. 

Todo estaba bien y de repente todo estaba mal.

Quizás sea culpa de Septiembre. Un mes triste, en medio de la nada. Separa la libertad de la rutina, una vuelta a todo sin consentimiento. Las parejas rompen, los amores de verano no encuentran encaje en el nuevo calendario. Todo planificado, la creatividad se muere en la reunión de los lunes a las 9 de la mañana.

Y ellos no iban a ser distintos. Buscando originalidad se convirtieron en la pareja más normal del mundo. Follar los martes por la tarde y madrugar un domingo para ver salir las olas del mar en alguna playa cerca de Llanes.

Dicen que cuando algo acaba deja sitio para lo siguiente. Yo no lo creo. Cuando algo acaba antes de lo esperado los recuerdos se hacen grandes. Demasiado grandes quizás como para querer deshacerte de ellos de un día para otro. Entonces sientes asfixia y aunque quieras ocultarlo sabes que hay algo ahí esperando a que tengas el valorar suficiente de enfrentarte a ello. 

Quieres creer que la vida continua igual que hasta ese momento. Haces planes para rellenar las horas libres y así no tener que quedarte a solas contigo mismo porque sigues sin tener respuesta a tus preguntas. Llamas a ese amigo que hace tiempo que no ves y le preguntas qué tal le va. Esperando encontrar refugio en las penas de otro o una historia de superación que te haga ver minúsculo el agujero de tus pantalones.

Un día la ves en la acera de enfrente y recuerdas el olor de su pelo o aquel abrazo cuando llegasteis los dos juntos al orgasmo. Pero ahora todo es distinto, como si no os conocierais, como si no supieras que hay debajo de esa camisa, como si te hubieras olvidado de que lleva un tatuaje en la espalda. Agachas la cabeza esperando que no te vea, esperando no tener que poner un sonrisa falsa que te rompería por dentro.

Te prometes no volver a pasar por esa calle a las 6 de la tarde. Borrar las conversaciones que aún guardas en el móvil. Quizás salir a correr por la playa buscando que el viento del mar en la cara te ayude a escupir lo que aún queda de aquello que no pudo ser.

Algún día alguien se dará cuenta de que no eres el mismo. Ya no dejas ver tus hoyuelos y tus ojos miran al infinito como quien busca un motivo para seguir conteniendo las lágrimas. Llegarán los consejos y tal vez tengan razón. Pero nadie puede comprender lo que sientes porque no tienen ni idea de lo que es un lunes sin tu sonrisa.

lunes, 20 de marzo de 2017

Necesito echarte de menos

Esa extraña sensación de no pertenecer a nada. Has nacido y te has criado aquí. Es tu tierra, la quieres, pero a la vez la odias. Sientes que necesitas irte lejos para saber si eres capaz de echarla de menos. Sientes que necesitas irte lejos para comprobar que realmente estás vivo, romper la burbuja y sentir el frío e incluso el dolor, experimentar como es eso de conseguir algo por ti mismo. Como un funambulista, si te caes esta vez estás solo, nadie va a cogerte. Lo has ensayado muchas veces en bonitos decorados pero sabías que no era real, que no te iban a dejar caer. Quieres sentir el vértigo aunque tengas miedo a las alturas, ponerte a prueba.

Pero tienes miedo. Miedo de no encajar, miedo de repetir los mismos errores allí donde vayas. Miedo, lo demás son excusas que te pones a ti mismo. Y nadie puede mentirse a uno mismo. Puedes hacer un pacto de silencio, intentar no pensar en ello. Pero entonces vuelve con más fuerza, con más preguntas para las que no tienes respuesta, para las que deseas que no haya respuesta.

Alrededor todo cambia. Gente que viene, gente que se va. Incluso gente que descubres se ha ido sin avisar. Pero intentas creer que no es tu momento, que todo llegará. Que el tiempo hará justicia y te devolverá todo lo que no has vivido. Aquel amor de infancia al que nunca tuviste el valor de enfrentarte, aquel primer beso de película que perdiste en no sabes dónde, aquella primera vez que nunca cuentas. Recuerdos que te apropias sacados de una novela que nunca llegaste a leer.

No puedes soportar más ver siempre las mismas caras a las que nunca saludas, las mismas caras que nunca te saludan. Como si fueras invisible, como si no llevaras toda una vida aquí, encerrado. Quizás todo esto se resumiría con una palabra: claustrofobia. Pero no es eso, no tienes fobia a los espacios cerrados, o al menos no estás completamente seguro de ello. Tienes fobia a este lugar. Cerrado. El único que conoces lo suficientemente bien como para que llegue a agobiarte.

Dicen que uno es donde nace. De su barrio, de su familia, de sus amigos. Yo creo que uno es de aquel al lugar al que echa de menos. Y yo necesito echaros de menos. Necesito echarte de menos Asturias.


jueves, 2 de marzo de 2017

Dedicado a Gata Cattana

Hoy 2 de Marzo nos ha dejado la gran Gata Cattana con tan solo 26 años. Una de las más prometedoras raperas del panorama español. Poetisa y politóloga. Artista a tiempo parcial, conciencia social y feminista a tiempo completo. La vida no siempre te da lo que mereces. Allí donde vayas seguirás brillando como hasta ahora, aquí hoy todo está un poco más oscuro. Que la tierra te sea leve compañera ✊✊✊


El colchón de la habitación

Allí entre las estrellas, soñé con algo parecido a ti
una noche de verano.

Chica triste no te hundas
o este mar te costará un disgusto.

Y sin darte cuenta ya me habías salvado la vida
y te reías,
pero en el fondo estabas igual de jodida.

La noche es como una montaña rusa
y tengo miedo a las alturas,
no me dejes bailar solo.

Entonces me mirabas a los labios
y me besabas justo ahí,
                         donde tenía vértigo.

Y aunque no decías nada,
se que tú también buscabas un punto de apoyo
desde el que mover tu mundo.

En una habitación con vistas a la playa
todo se ve mucho más bonito:
                         ver amanecer
                         o  
                         verte salir de la ducha.

Y ahora que ya no te busco entre las estrellas,
déjame que te diga,
que iluminas más que nunca
el colchón de la habitación.